martes, 17 de noviembre de 2009

Mi imperio


Veo mi reino caer, derrumbarse a cada segundo, apagarse como la brisa que hace desvanecer la llama. Cada vez más translucido, mis torreones son derrumbados y mi gente masacrada. Todo por mi necio juicio, yo soy el culpable y único causante de este caos. En mi ancianos y niños, ministros y jueces, bestias y clerigos pusieron su fe. Mi fraude no alcanzaba fronteras, pronto me volvería en la leyenda de aquel irrespetueso monarca que antepuso sus sentimientos a su pueblo. Aquella mujer... aquella maldita mujer de cabellos rojizos... con sus sonrojadas mejillas y su palida figura... oh, si no hubiese sido por ella ahora mi reino seria glorioso, mayor a cualquier anterior imperio. Pero, aquella arpía, se interpuso en mi camino con sus seductores rasgos y me privo de la razón, abrazandome con la siniestra brisa de la muerte y atrabesandome con sus tempanos de hielo el corazó. Muerto, maldito y encadenado a mi decadente imperio observo con pesadumbre su final sin poder tomar parte en aquel juego de fuego, sangre y cenizas.

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