
—Faltan diez minutos, cariño —anunció una voz femenina des del otro lado.
Tenía once minutos exactos de camino a paso ligero hasta llegar y solo llevaba la ropa interior. En un abrir y cerrar de ojos se puso en pie, abrió el estrecho armario, sacó unos tejanos desgastados y una camisa, se vistió con ellos, se calzó y por último cogió su cartera. Salió escopeteado de la habitación y observó durante un segundo una mujer marchita y agotada, seguidamente desvió la mirada con tristeza. Desde que su padre se fue sin más, su madre no había vuelto a ser la misma, sin embargo él era totalmente consciente de que no era el único en el mundo que vivía esa situación. Abrió la puerta y se fue murmurando un adiós.
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